Un día un viejo cuervo azul se paró frente a nosotros. No necesitó
decir nada; él era el mensaje.
Nosotros intentamos seguir jugando,
contando nuestras historias. Usamos la risa, nuestro malgastado escudo. También
nos tomamos de las manos y cantamos nuestro himno, pero todo fue inútil. Había
quedado un extraño olor y sabor a muerte en nuestras bocas.
Seguíamos recordando que un día un viejo cuervo azul se paró frente a nosotros. No necesitó decir nada; él era el mensaje.
Nosotros intentamos seguir jugando, contando nuestras historias. Usamos la risa, nuestro malgastado escudo. También nos tomamos de las manos y cantamos nuestro himno, pero todo fue inútil. Había quedado un extraño olor y sabor a muerte en nuestras bocas.
Cuando volvimos en nosotros, solo había un
huevo roto en el lugar.
Tuvimos reconocer que siempre supimos que
el vendría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Toda opinión es bienvenida