30 julio, 2014

Inconsecuencia 2.0



Todas las mañanas, mientras camino al trabajo, veo a un tipo durmiendo en la misma posición, en el mismo lugar, en la misma calle. Solo se le ven los zapatos sucios y un poco de pelo enmarañado bajo la frazada. Ni siquiera tiene colchón; llegada la noche simplemente se recuesta sobre el pavimento del invierno santiaguino y se cubre con una frazada vieja y deshilachada que alguna vez fue blanca. 

Los ciudadanos normales pasamos a diario por ahí, apurados rumbo al trabajo y a veces ni siquiera lo miramos, porque ya es parte vinculante del paisaje de nuestra ciudad. Por ejemplo, al frente de su lugar de durma hay una portentosa Iglesia Colonial con sus puertas semiabiertas y sus propios mendigos, ya levantados a esa hora estirando la mano por una moneda que les ayude a callar la tripa. 



Si vuelven los crudos fríos del invierno, es muy probable que el tipo de la acera cualquier día de estos muera frente a nuestras narices, quizás en el mismo momento en que uno de nosotros pasa por ahí, pensando en como redactar su acido post en facebook donde criticará las crueles matanzas al otro lado del mundo.

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